Le rompí la madre a mi ladrón

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Me intentaron robar la bicicleta, le rompí la madre al ladrón.

thou shalt not steal

Estaba dejando un paquete en la paquetería, siempre o la meto o la amarro, dependiendo cuánta gente dentro. Hoy la cola se salía del local, así que solo la apoyé en la puerta de vidrio.

Un rato después que entré, vi (el vidrio tiene estampas y no se ve todo) dos manos tomar mi manubrio y empezar a cargar mi bici para darle la vuelta. Salí, moderadamente rápido, tampoco con demasiada prisa —se perfecta e inconscientemente cuánto tiempo toma darle la vuelta a mi bici y empezar a rodar, y a cualquiera le tomará más que a mí— di la vuelta dejándolos con la pared atrás, y…

Francamente no recuerdo que dije, el efecto adrenal ya estaba funcionando, pero sí le dije algo, un “¿qué carajos estás haciendo?” probablemente, y en lo que me veía, dejaba la bici y decidía si huir o no, mi paquete —una caja grande que traía en una de esas bolsas verdes que salvan al planeta /rollseyes— se impactaba con fuerza en su cara y cabeza desde arriba.

El golpe le resultó completamente inesperado, y mientras trataba de subir su guardia —subir las manos, nomás, para quienes no sabemos pelear formalmente— ya le estaban lloviendo derechazos de mi parte en los hombros y espalda media y baja, mucho más pues se agachó para protegerse la cara.

Desde acá lo interesante, pensándolo a posteriori, obvio:

Mis dos, tres primeros golpes fueron con el hombro a medias, y los sentí muy faltos de potencia para lo que la situación requería, “le tienes que pegar con todo para que no se levante”, cambié desde el siguiente golpe a darlos con la espalda, muchísimo más potentes. El neocórtex solo entró para recordarme que no debía intentar pegarle en la cara, pues el riesgo de lastimarme la mano y potencialmente arruinarme la pelea es muy alto, que preferentemente debía buscar los puntos blandos que no están cubiertos por hueso.

Por el rabillo del ojo veía según yo al de seguridad de la paquetería tomar mi bici.

El de seguridad y creo otros dos adultos —seguro al menos uno sí— me decían que ya le parara, que ya se había llamado a la policía, que ya venían, que ya déjelo joven, y más bien en tono de no vale la pena, realmente la madriza, que sí fue, no fue demasiado aparatosa. Eso y que ya no le estaba dando puñetazos, sino patadas.

¿Ya déjelo? ¡Pinche ratero de mierda! ¡Vuelves a agarrar otra bicicleta culero! ¿Cómo “ya déjelo”?

Le gritaba al tiempo que me volvía a poner a distancia de patín, y otro patín en la cara sin demasiado vuelo, apenas marcada, de rodilla para abajo en vez de cadera, pero con botas de casquillo.

Le atiné al pómulo, digo, y el chicotazo que dio su cabeza fue hermoso, el impacto causado con “tan poca” energía invertida muy aparatoso; recordar, soy ciclista, los ciclistas tenemos mucha fuerza en las patas, y el neocórtex también me recordaba no debía patearlo con demasiada fuerza, ni tampoco patearlo en zonas suaves —justo al revés que los golpes: muy sencillo le exploto un hígado o rinón con una bota así; una rodilla se la reviento. Por esto mismo insistían aún más en que ya lo dejara. Siempre tuve presente el que no debía dañar severamente.

Así, dos, tres, patadas al pobre cabrón en el piso. Tirado por mis golpes. El pock, spack de los impactos. “¡Ya joven, yo acá le cuido su bici!”.

Me quité, si lo mío no es la violencia, la violencia es el recurso del incompetente, dice Asimov, por algo así no vale dañar permanentemente a alguien, ¿o sí?
Pero regresé a darle una última patada, en la pantorrilla y con más fuerza. Todos nos hemos pegado en la pantorrilla. Imaginaos.

Y me volteó a ver en lo que los demás se le acercaban a decirle lo clásico, ya ves por ladrón, pinche ratero, bla bla bla, y de nuevo el puto coraje se me salía por los ojos y ¡qué me ves, hijo de tu puta madre! ¡vas a volver a agarrar otra bicicleta cabrón! [retórica intencional]. y me acerqué de nuevo y se encogió lo más que pudo, el miedo cerval evolutivo en sus ojos que bajó y volteó su cara de inmediato. La respuesta mamífera inevitable.

No recuerdo tampoco si las personas, o alguna al menos, lo urgían a irse, ya vete cabrón antes que te vengan a chingar los policías, me inclino más a según yo sí. Y es comprensible.

Metí mi bici, agarré mi paquete y me regresé a la fila a entregarlo —respirando intensa y sonoramente, la gente viéndome todos, viéndose entre ellos, murmurando las chicas “ya viste, ¡además está guapísimo!” y los hombres “ojalá mi esposa tuviera la mitad de hombre que él, ¡por Crom!”, ignorando que a Crom no se le reza, no se le pide— y lo entregué.
Salí y platiqué un rato con el de seguridad, en lo que esperábamos a la poli, y dos moto-polis-robocops (ya saben cuales) pasaban por ahí. Según se había ido a la vuelta el ladrón, les dije que iba a ver, fui en la bici y le pregunté al del hotel de junto y que estaba a la vuelta, y sí, ahí estaba tirado recargado en la pared. Intentó huir y hasta ahí llegó de la chinga que se buscó.

Regresé a decirles desde lejos, llegaron todos, qué pasó joven, su nombre, la bici, muy bien desea proceder… Encontramos una especie de inhalador junto a el, ya se había drogado, y la policía lo confiscó al tiempo que tomaban fotos de todo.

Una oficial me dijo que el problema son los de la fiscalía (es de las tres peores del país, la poblana), que como aparentemente está bajo la influencia, a los que están bajo la influencia los están dejando salir bien rápido, ni entran es más, y pues por ejemplo yo el otro día hice 14 horas para denunciar 6 atunes, me dijo… Le pregunté cuántos incidentes así atendía al día: hoy llevo 15, joven. No eran ni las 7pm. Solo en esa zona de la ciudad.

El número real de crímenes es muchísimo mayor que los reportados.

Eso y que según las nuevas leyes (leí por ahí creo, y me lo recuerdan en tuiter apenas), si tu bici no vale más de cierta cantidad entonces no es delito grave y, ¿no amerita cárcel?

Se habla con acciones, y yo siempre he dicho que la pinche fiscalía es una basura (yo mismo he ido a denunciar intentos de secuestro y suplantación de identidad y no hacen nada, literal nada), y que vale más romperle la madre a los ladrones que denunciar. Check y check.

Le dijeron que se fuera, quitándolo del lateral del hotel, lo pararon a la fuerza y empujaron para que anduviera, y con trabajos podía, el dolor ya le empezaba a llegar después de haberse quedado entre dormido e inconsciente. Y drogado.

Pues eso que digo, que está interesante como a pesar de estar siendo tomado por el límbico y el reptiliano, aún tenía presente que no debía dañar con severidad; matar, totalmente fuera de la cuestión. Eso, y el conocimiento de dónde sí y dónde no debía pegar para máximo impacto y eficacia —dentro de los límites que ya dije. ¿Dónde estará la frontera, esa que al cruzarla ya permite asesinar no solo a sangre fría, sino como hobby, de los videos de terroristas y narcos que plagan los foros?

Al verlo irse renqueando, pensé fugazmente en esperar a que se fueran las patrullas y round 2, pero solo fugazmente.

Me fui.

Se siente bien, muy bien, romperle su puta madre a tu ladrón. Se sabe mal, muy mal tener que golpear a alguien pues no somos más que simples mamíferos. Nuestra humanidad se ve mermada cada que hacemos algo así. Infortunadamente no tenemos el lujo del diálogo y la ley en un país tercermundista y en crisis, el nivel de impunidad en Puebla es mayor al 90%; el de resolución de casos menor al 5%.

Tiempo después, después de notar los tatuajes de presidiario que tiene, y ver que no está en nada mala forma, nomás verle los brazos, encima de tener como diez años menos que yo, me veo en el espejo y me siento poderoso. Yo lo tiré. A madrazos. Yo le partí su puta madre a mi ladrón. Sin ayuda de nadie y sin conocimiento práctico real de cómo pelear (por eso aquello de los primeros golpes faltos de energía, de técnica, de saber por práctica cómo se debe golpear).

Yo.

Viendo todos los comentarios en tuiter, si lo hubiera desnudado y quemádole sus ropas, sería un héroe influencer de primer nivel, más grande que los más grandes influencers desde probablemente 1870, me harían memes 6 semanas y todas las chicas me mandarían solicitud… en el Tinder, pero solo contesto en Instagram. A mí no me costarían trabajo las Yuyas y las Belindas. AMLO y la 4T (que debería ser mayor T, faltó la expropiación petrolera y la venta de los bancos) me pondrían una estatua en bronce en la cima de la pirámide más alta de Calakmul, para que todos los que lo lleguen a visitar en el maldito Tren Maya puedan admirarme, y la neta ¡qué mal que no lo hice, jaja! ¿Se imaginan los titulares? “Héroe Nacional, ciclista, madrea, desnuda, y quema la ropa de un ladrón”. Mi nombre sobrepasaría los Brayans y los Ikers, Santiagos y Mateos… Pero I pass the test! I will diminish, and go into the West.
A lo que iba, que para empezar ni se me ocurrió, y encima dudo haberlo hecho pues asco —razón más para no pegar en la cara y evitar la sangre que sepa si está contaminada de ébola o algo o no (y se van alv todas y todos las y los postmodernas y postmodernos que digan mi comentario es clasistx).

Otro tipo de comentarios que me sorprenden muchísimo —y ni tanto, la gente no sabe nada— son aquellos que argumentan que ni estaba armado, que se ve bien debilucho y más pequeño que yo, que es un niño, que se ve que estaba borracho, que por qué presumo mi gran hazaña, que falto de atención… Oigan, gente sin cerebros, o sea que solo si está más fuerte, grande, viejo, y armado que yo, y encima me acuchilla y mata, ¿vale la pena la defensa y de lo contrario está bien que nos asalte?
Neta, están imbéciles y solo opinan porque tienen internet.

Y cada vez van a estar peores nuestras ciudades.

Por supuesto sé la culpa en gran medida es de la crisis económica-geopolítica en la que está metido el mundo, y la corrupción y la desatención absoluta del pueblo de México, pero igual ustedes —pinches rateros— pueden escoger otra cosa, y ya están muy cabrones matando a todos por los $200 que les dan por nuestros relojes y celulares, para poder seguir comprando su maldita droga —conste que sabemos la drogadicción es una enfermedad y como epidemia deberíamos estarla tratando; son pacientes, somos humanos tanto e igual que yo y que cualquiera (en este universo nadie es especial).
El problema táctico de siempre es de dos partes, una que la gente rehuye a la agresión por naturaleza, es nuestro instinto y punto —somos descendientes de los cobardes, de los que huyeron, puesto que era mejor huir aunque fuera el viento, que quedarse y encontrarse al tigre, esos fueron los más exitosos evolutivamente hablando— nadie se metía, dos se acercaban con las palmas extendidas, el gesto pre-sapiens de paz, todos los demás en anfiteatro, y otra que los ladrones no pelean limpio, son montoneros y usan armas. Pues el pueblo es igual y también puede pelear sucio: los que podemos nos defendemos, y a los que no puedan los defendemos entre todos.

Hay que chingarle y uno le está chingando, y nos están chingando; el atropello del robo —cualquier crimen— deberá ser castigado por el pueblo, de manera individual y absoluta, en lo que nuestra fiscalía y nuestra ley se ponen al corriente.