The Goonies (1985)

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The Goonies

The Goonies (1985)

Director:
Richard Donner

Escritores:
Steven Spielberg (story)
Chris Columbus (screenplay)

Actores:
Sean Astin – Mikey Walsh
Josh Brolin – Brand Walsh
Jeff Cohen – Lawrence ‘Chunk’ Cohen
Corey Feldman – Clark ‘Mouth’ Devereaux
Kerri Green – Andy Carmichael
Martha Plimpton – Stef Steinbrenner
Jonathan Ke Quan – Richard ‘Data’ Wang (as Ke Huy Quan)
John Matuszak – Lotney ‘Sloth’ Fratelli

¡Ahhh! Los Goonies. Simplemente la mejor película de aventuras de su época. Se puede decir incluso que definió, o acompañó a una generación que creció leyendo las aventuras de Tom Sawyer y disfrutando Star Wars e Indiana Jones.

Los Goonies eran una banda de rapaces, como la que todos tuvimos, de diferentes edades, gustos y habilidades. Ahí tenemos a Mouth, seguro de si mismo y siempre dispuesto a gastar una broma, a Mikey, tenaz y resuelto en sus decisiones, Data, el chinojaponés todólogo, Brand, hermano de Mikey y galán de secundaria y su novia Andy, la princesa escolar…

La película es un conjunto interminable de bromas y sorpresas. No hay minuto serio, no hay momento en el que algo no este sucediendo en el fondo, y por eso mismo es muy rápida, divertidísima, uno no puede parar de reír, y al terminarla de ver (o por lo menos los que tuvimos la fortuna de verla en nuestra infancia), soñar con poder vivir aventuras de ese tamaño, ¿quién no ha deseado encontrar el cofre del tesoro? ¿Descubrir el barco pirata después de atravesar las peores trampas mortales? Gritos, golpes, ruido, corretizas, un torbellino de acción: eso es The Goonies.

Desde Mouth traduciendo lo que dice la mamá de Mikey a su nueva ayuda casera como “la mota va en el primer cajón, la coca y el speed van en el segundo, la heroína en el de abajo; siempre hay que separar las drogas” en vez de “pants and shirts are in the second, just, just throw them all into cardboard boxes, forget the suitcases” hasta Andy besando a Mikey sin querer, Data cayéndose por todos los hoyos existentes, Brand volando en bicicleta sobre una montaña, Chunk tragando como aspiradora y trampas intricadísimas para tan solo abrir la puerta de la entrada de los Walsh, The Goonies no tiene ni una sola escena aburrida.

Bueno, en el ático de Mikey y Brand, encuentran un mapa del tesoro, y los pequeños (todos menos Brand, Andy y Stef) comienzan la aventura sin pensárselo dos veces. Bajan las sinuosas avenidas de sus casas en la montaña en bicicleta hasta llegar a la playa, se infiltran en el restaurant de los Fratelli, una familia de ladrones asesinos, y encuentran el pasadizo secreto que los llevará a las cuevas subterráneas. Para esto Andy, Stef y Brad se les han unido, y también ya han encontrado un muerto, un monstruo, mucho helado y a los ladrones mismos… Todos excepto Chuck descienden al submundo y comienzan a esquivar de pura suerte todas las trampas que One-Eyed Willy (el pirata del tesoro) ha dejado para quienes osasen intentar encontrarlo.

Los Fratelli se lanzan a la persecución y a estos los persiguen Chuck y Sloth (el monstruo que no es tal). Los Goonies tras sortear las booby traps encuentran el barco pirata y el oro, los asesinos los alcanzan y los gorditos del cuento llegan al rescate.

Al final logran escapar con vida y llegar a la policía, que llama a sus familiares y se reúnen todos en la playa, para firmar el contrato de demolición pues sus casas serán vendidas y destruidas para construir no me acuerdo que, por el rico de la colonia, el padre del snob que deseaba ser novio de Andy pero obviamente no se le hizo.
Para acabarla, por culpa de los Fratelli nadie trae una sola joya ni una moneda de oro encima… ¡excepto en la bolsa de canicas de Mikey!

La última trampa abre la entrada de la cueva y pone a punto el barco para zarpar, así que terminamos con una escena genial del barco navegando entre las rocas de la playa, los Goonies despidiéndose de One-Eyed Willy y los familiares gritando de emoción.

Por supuesto es una película que nadie que se precie de ser niño, o haber tenido una infancia, puede dejar de ver. Es justo como uno se imaginaba los cuentos de aventura sin nombre que leía de pequeño, los peligros, los amigos, el tesoro al final del camino. A mi por lo menos The Goonies me marcó, y a la fecha la veo con mucha alegría, no tristeza, de aquella época de mi vida en que las aventuras épicas eran cosa de todos los días.

Era genial cuando se le veía la ropa interior a Andy, al esta trepar una cuerda, una roca inclinada hacia una abertura en la cueva o cayendo al mar después de “caminar la plancha”.

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