Todos hemos estado en el cine, restaurant, metro, etc… y el escuincle(a) de al lado no para de llorar.
Los primeros minutos lo toleramos, incluso hacemos lo posible por ignorarlo, pero después de un rato comienza a ser verdaderamente molesto; dirigimos miradas llenas de intención a la madre que lo carga.
Si esto persiste, habrá algunos que abiertamente callen al mocoso: “shhhh” se escucha por todos lados. En la sala de cine varios “niño, ¡calla a tu mamá!” se dejan oir.
Pero, analicemos un poco lo que sentimos en esas situaciones. Después de la molestia, el llanto de un niño en un lugar no apropiado te pone los nervios de punta, te pone de malas, en alerta total, y te deja un tanto como la sensación del golpe de adrenalina. ¿Por qué?
Pues, como a mi me encanta buscarle siempre los tres pies al gato evolutivo, ¡por selección natural!
El llanto de una criatura bien podía indicar nuestra posición al depredador hambriento, de ahí que resulte tan molesto y tan imperante hacer callar al niño, incluso llegamos a correrlos del lugar, mejor que se los coman a ellos que no a todos.
Así me lo parece a mi.
¿Eh?
Pues exponle este punto al creacionista, para que te ganes los 700 mil millones de dolarotes, claro que ese tipo de anuncios no es más que vulgar y vil publicidad de sus brillantes ideas.